miércoles, 2 de julio de 2008

Grandes misterios de la humanidad (Parte I)

Solucionado ya el galimatías de Mariano Rajoy en su partido y en vistas que el buen hombre ya parece tener las riendas del mismo en sus manos, y dado que hoy estoy con ánimo literato, voy a abordar un tema si no tan polémico, sí con gran importancia en cuanto al rol de los seres humanos que convivimos en este planeta: ¿Porqué los hombres dejamos siempre la gotita en la taza del váter una vez acabada la micción?

Se que es un tema baladí y un tanto frívolo, después de haber abordado temas más candentes, pero qué se le va a hacer, el verano y el calor imponen temas con menos peso político.
El caso es que el otro día, bajé al servicio de la oficina y antes de levantar la tapa del susodicho observé que estaba limpio como una patena gracias a la gran labor social de la chica de la limpieza que nos asea la oficina y las demás dependencias de nuestro lugar de trabajo. Al levantar la tapa no puede menos que agradecer su tarea y quedar preocupado por no querer estropear el trabajo bien hecho. Pero la fisiología es la fisiología así que mientras pensaba en la limpieza, comencé a desaguar la vejiga.

Observando el trazo parabólico de la orina saliendo por donde tenía que salir me di cuenta que un hombre tiene que ser muy, pero que muy torpe como para no acertar a mear dentro del gran agujero del váter. El líquido cae y rebota limpiamente contra la pared posterior del mismo y resbala hasta llegar al fondo, donde se almacena de forma ordenada. Pensé pues, que la única zona propensa a ensuciarse son las mismas paredes de la taza, pero no el borde superior y exterior de la misma. Pero claro, si el hombre en cuestión que está meando no se encuentra en situación normalizada, entonces sí que es posible que el chorrito pueda salir fuera. Pero yo creo que esta situación no normalizada (cogorza, falta de equilibrio, desconcentración, sueño o todo a la vez) no debe suponer un porcentaje muy alto en relación con las veces que el ser humano masculino mingita durante el día. Así pues ¿Porqué los hombres siempre dejamos la penúltima gotita en el borde de la taza del váter? (Y digo la penúltima porque la última queda en lo que se suele decir como la verdad de San Antón: la última gota al pantalón).

Terminada la faena toca la higiene, lo que para muchos significa dar unas pequeñas sacudidas para que las últimas gotas rezagadas caigan en la taza. Creo yo, que es en este momento cuando éstas mismas se niegan a caer en el interior y en un gesto de rebeldía, tal vez porque no quieran abandonar la seguridad y tranquilidad del cuerpo humano, o bien porque gota es femenino y desean dejar en ridículo al Homo Sapiens masculino (o de Cromagnon, en algunos casos), caen donde no deben caer. Cuando vi el destino de estas gotas descubrí la gran verdad eterna: Los hombres siempre dejan (yo ya no, porque aprendí la lección) las gotitas en el borde de la taza del váter porque ¡¡¡son tan perros que no se detienen a limpiarse a sí mismos con un trozo de papel higiénico y son tan vagos que no tienen la delicadeza de utilizar otro trozo para repasar el borde y dejarlo impoluto!!!

Así que ahora entiendo el malestar de muchas parejas del sexo opuesto a los hombres ante el hecho constante de que éstos dejen el regalito para que cuando ellas vayan a utilizar el váter se acuerden del niño y de sus madres, que a su vez son sus suegras y que tanto las quieren.

MORALEJA: ¿Qué pasaría si nuestras parejas femeninas nos dejaran sus compresas recién usadas encima de la taza del váter para que nosotros las quitáramos? ¡Un poco de empatía, por favor, un poco de empatía!

(Foto: http://entredimesydiretes-josito.blogspot.com)

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