domingo, 6 de julio de 2008

Ingrid Betancourt: La paz puede que un poco más cerca

La liberación de Ingrid Betancourt ha sido una gran noticia. Lo ha sido más que otras porque siempre ha sido una “secuestrada mediática”, al contrario de otros secuestrados y secuestradas, que “solo” son militares prisioneros, civiles apresados y otras personas anónimas que han tenido la mala fortuna de ser elegidos para pasar unas largas vacaciones en la selva. No es sentimiento contradictorio no alegrarse del todo de su liberación: aplaudo y me alegro por ella, pero aún falta camino por andar.

Hay que diferenciar entre alegría específica por esta liberación y la alegría que todo el mundo entero tendría por la liberación de todos los apresados. Que se libere a Betancourt nos colma de satisfacción a todos, por muy lejos que nos pille Colombia. Y no colma porque conocemos su vida, su historia, su coraje, el coraje de su familia y todos los medios políticos internacionales que ha movilizado. Pero mi alegría sería la misma (ni mayor ni menor) si liberasen a cualquier otro rehén e las FARC, o de cualquier grupo secuestrador. Privar de libertad es puro terrorismo. Debe ser casi como matar en vida. La alegría de verdad, la mayor, la más importante llegará cuando todos los grupos insurgentes, terroristas, revolucionarios o como quieran llamarse depongan las armas y decidan dirimir las disputas con el diálogo y la fuerza de las palabras y de las urnas.

Lo más bonito de esta liberación es la actitud de Betancourt a la hora de describir a su antiguo captor dentro del helicóptero y el sentimiento que en ella despertaba: desnudo y humano. Ingrid Betancourt sintió lástima, no rencor por él. Al igual que por los guerrilleros que quedaron en tierra, por quienes ella teme y por quienes ha hecho petición para que las FARC no tomen represalias contra ellos (otra cosa distinta que le hagan caso). El enemigo, para ser tal tiene que ser deshumanizado. Para Betancourt esos soldados en tierra, ese hombre en “peloto”, son humanos. Sólo deshumanizando es soportable la idea de acabar con él y aniquilarlo. Tener lástima del enemigo es todo lo contrario. Se le da cierta dignidad, separando sus acciones respecto a su condición humana. Deja de ser un ente abstracto y pasa a ser persona con sus miedos y necesidades igual de humanas que las nuestras.

Esta desabstractalización del enemigo es imprescindible para plantar la primera semilla hacia el diálogo y luego hacia la paz. Yo siempre lo digo a quien me quiera escuchar: la vía es el diálogo. La violencia solo conduce a más violencia y a la perpetuación del conflicto. Puede parecer una utopía, pero es una utopía más viable que otras. Conseguir una derrota del enemigo que lleve al fin de la violencia es la verdadera utopía inviable. Dudo mucho que el señor Rajoy lea este blog pero me gustaría decirle en relación con este tema, que, además de utópico, es un oportunista. Cuando fue preguntado sobre la liberación de Ingrid Betancourt respondió una suerte de historias que sonaban a ya conocidas. Celebró la liberación, como es lógico, pero alabó la tarea del ejército colombiano en la liberación prolongando su alocución para decir que esa era la vía para el fin de la violencia: el uso de los recursos del estado de derecho y de las Fuerzas de la Seguridad del Estado. Creo que al señor Rajoy se le fue la cabeza a otras latitudes distintas a las colombianas y expresó su opinión pensando en ETA y en el fracasado proceso de paz que puso en marcha el gobierno del PSOE. Es como cuando en un examen no te sabes el tema que te están preguntando, pero te lanzas al vacío para exponer otro que sí te sabes de carrerilla aunque no tenga nada que ver, con la esperanza de que el profesor pase la mano y nos apruebe. Triste pero cierto.

Para desmontar la teoría del señor Rajoy tenemos la teoría del gobierno de Uribe, conservador como él y manejador habitual de los recursos de la fuerza del estado. La única diferencia es que para acabar con las FARC, el uso de los elementos de fuerza del estado solamente es una herramienta que debe llevar al diálogo, según el ministro defensa colombiano, Juan Manuel Santos, uno de los responsables de la liberación de Betancourt. El fin último es que las FARC se sienten a negociar. El ejército y la policía solo son elementos para afianzar la posición del estado ante una futura ronda de negociaciones.

Cierto es que el caso de ETA es muy distinto, su modus operandi, su filosofía, etc, etc. Pero lo que es exactamente lo mismo es el miedo que provocan, la desgracia humana que causa el uso de la violencia y el deseo de que todo esto acabe. Estos puntos en común deben conducir a desear el fin de la violencia, no solo la con la política del palo, sino usando también la zanahoria, para que al final del trayecto todos y todas podamos comer perdices. Señores políticos de todos los colores y sabores: dialogar no significa sucumbir; no significa que el otro nos impone todas sus tesis y debamos besarle los pies de rodillas. Dialogar significa interesarse por la opinión y necesidades del de enfrente (y el de enfrente por las nuestras) y tras poner las cartas sobre la mesa, llegar a puntos comunes y a soluciones constructivas de manera que todas las partes salven la cara, den fin a la etapa de terror y recontruyamos entre todos la sociedad maltrecha por la videncia. ¿Que soy utópico? Pero ni soy iluso ni soy el único ¿Verdad señor Rajoy?

1 comentario:

maginelmago dijo...

¿Tú realmente te ha creído lo de Betancourt?

La libertad política implica la libertad de expresar la opinión política que uno tenga, oralmente o por escrito, y un respeto tolerante hacia cualquier otra opinión individual. Albert Einstein


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