domingo, 21 de septiembre de 2008

Los Girasoles ciegos



Hoy hemos ido a ver los “Girasoles ciegos” de José Luís Cuerda, otra película fantástica más por la historia que narra, por los actores y por el contexto histórico. La interpretación magistral de los actores secundarios y de los principales, Maribel Verdú, Javier Cámara, Raúl Arévalo y el niño Roger Princep hacen que te metas de lleno en la historia. El final es un final no del todo esperado, pero sí razonable y realista. No se puede luchar contra un ogro como el Franquismo y salir del todo indemne. Como ha demostrado la historia de España, la lucha contra la dictadura no libró a nadie de salir mal parado de algún modo u otro.

Aunque como dice mi amigo Antonio, el Franquismo da para muchos temas, en esta película hay un trasfondo bastante centrado en el triángulo franquismo, iglesia y celibato. Pero yo me quiero centrar en la parte de persecución y violencia, que en este caso padece Ricardo, uno de los protagonistas. Las películas de este tipo, de violencia física, ideológica y política, ya sea del régimen franquista, del nazi (hay que ver “el niño de pijama a rayas”) de las dictaduras chilena y argentina o la “dictadura” israelí sobre el pueblo palestino… Me hacen pensar en muchas cosas, pero sobre todo hacen que mi mente se estremezca al pensar que tal vez yo pudiera ser el protagonista perseguido de estas películas. ¿Cómo reaccionaría yo si hubiera sido el personaje de Javier Cámara, o del de Adrien Brody del pianista, o Ricardo Darín en Kamchatka? ¿Cómo podría salir indemne de la barbarie, del miedo a ser perseguido y a ser aniquilado solo por pensar como pienso o ser como soy? Muchas veces me pregunto si eso podría ocurrir alguna vez en este país…

Pero si se piensa bien, ya estamos en la barbarie, en una especie de aniquilación o de genocidio disimulado que pasa desapercibido disfrazado de un halo de normalidad falso que corre por las calles. “Primero vinieron a por los comunistas, y yo no alcé mi voz... porque no era comunista. Luego vinieron a por los judíos, y yo no alcé mi voz... porque no era judío. Luego vinieron a por los sindicalistas, y yo no alcé mi voz... porque no era sindicalista. Luego vinieron a por los católicos, y yo no alcé mi voz... porque no era católico. Y entonces vinieron a por mí, y para entonces no quedaba nadie que alzara la voz...” Siempre me ha gustado esta frase porque transmite perfectamente la voz de la impotencia y del miedo disfrazada de indiferencia. Martín Niemöller fue su autor (no Bertolt Brecht como se dice) y fue perseguido a pesar de ser admirado y respetado por la sociedad de la Alemania nazi.

Pero como estaba diciendo, actualmente en este país hay personas que se sienten perseguidas por su forma de enfocar su visión del mundo o por su forma de vivir. En occidente ya no se persigue a los judíos ni a intelectuales de izquierda, pero sí se vigilan muy de cerca a los inmigrantes venidos de países de miseria y penuria, a homosexuales por su forma de vivir la sexualidad, a cualquier persona que se salga de lo “normal” y de lo bien visto. No se les mata ni se les fusila, al menos físicamente; tampoco se les priva de la libertad confinándolos en campos de exterminio, pero sí se les priva de su vida íntima, de su libertad de movimientos y de comportamientos, de poder disfrutar de los derechos más elementales, de una vida social y personal plena. Hoy en día los nazis, los falangistas, los milicos, se han transformado, no usan la violencia tradicional sino una peor, la social que puede llegar a hacer aún más daño. No solo están en el poder sino también en la calle, en el día a día. La mayoría impotentes y llenos de miedo y no me refiero al miedo a ser encarcelados y asesinados. Es un miedo a perder lo que tienen y lo que son. La comodidad, la tranquilidad, el formar parte de lo normal ¿Soy yo uno de ellos?

“Primero vinieron a por los homosexuales, y yo no alcé mi voz... porque no era homosexual. Luego vinieron a por los inmigrantes, y yo no alcé mi voz... porque yo era de aquí. Luego vinieron a por aquellos profesan otras religiones, y yo no alcé mi voz... porque no era de ninguna. Y entonces vinieron a por mí, y para entonces no quedaba nadie que alzara la voz...”

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