martes, 11 de diciembre de 2007

El porqué de la abstención

CATALINA GAYÀ
BARCELONA

El fantasma de la abstención es desconocido y engorda cada año. El 27 de mayo se apareció de nuevo y ensombreció la jornada electoral. El 46,2% de los catalanes no fueron a votar y se superó la cifra histórica de las autonómicas de 1992 (45,13%). Y, como otras veces, este fantasma se esfumó sin dejar huella. Aunque planea en todos los comicios, el absentismo es, según los expertos, el invitado de piedra de las elecciones.
Hay solo tres datos aprobados por unanimidad entre los expertos. Primero: se sabe que el 15% de los electores que votan en unas elecciones generales no acuden a las urnas en unos comicios autonómicos o municipales. Segundo: entre un 20% y un 22% de los ciudadanos nunca votan. Tercero: en Catalunya, las elecciones municipales suelen registrar tasas de abstención altas. Estos datos explicarían, en parte, el escaso índice de participación del pasado 27 de mayo. Aun así, los expertos no se atreven a decir, de momento, por qué la gente no vota. "No conocemos muy bien cómo es el abstencionista ni las motivaciones por las que no va a votar ni por qué no se siente atraído por el sistema", se sincera Gabriel Colomé, director del Centro de Estudis d'Opinió.

LAS LECTURAS DE LA AMENAZA
El problema preocupa y es un caleidoscopio de múltiples lecturas. Francesc Pallarés, catedrático de Ciencia Política de la Universitat Pompeu Fabra, explica que la abstención puede ser tanto "síntoma de desánimo con el sistema ('No voto porque no sirve de nada') como de contento ('Ya estoy bien así')". Desde 1979, en las 24 citas electorales que han llevado a los españoles a las urnas, los políticos han considerado la abstención en función de sus necesidades. El 20 de enero del 2005, día del referendo de la Constitución Europea, el secretario general del Partido Popular, Ángel Acebes, juzgaba positivamente la abstención sin que esta ensombreciera el resultado.
Desde la década de los 90, el número de abstencionistas ha crecido y la relación entre ciudadanos y sistema político ha cambiado. En 1991, el 42,16% del electorado no acudió a las urnas en los comicios municipales; en 1999, la abstención alcanzó el 44,13%, y en el 2003, pese a la movilización por la guerra de Irak, hasta el 38,52% optó por no ir a votar. Los expertos apuntan a que esta es una sociedad cada vez más individualista; a la falta de canales de participación; a un discurso político mediático y alejado de la calle, y al hartazgo de los ciudadanos.


CRISPACIÓN
"Los partidos políticos han seguido una evolución que la gente percibe cada vez más alejada. Si se crispa el ambiente durante meses y la realidad social de la calle no se corresponde con esa crispación, la gente se desentiende del discurso político", advierte Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona. Por su parte, Joaquim Bruguer, director general de Participació Ciutadana, apunta: "Tradicionalmente, la ciudadanía se ha relacionado con el sistema político a través de los partidos, que ahora deben replantearse su papel".

Tres consultas en dos años --en el 2006, el referendo por el Estatut en junio (51,15% de abstención) y las autonómicas de noviembre (43,96%) y las pasadas municipales del 27 de mayo (46,2%)-- con intimidatorios niveles de abstención han hecho saltar las alarmas. "La percepción de la política y de los políticos pasa por un mal momento y la manifestación es la abstención", asegura Pallarès.
El Centre d'Estudis d'Opinió presentó en abril un estudio en el que se confirma con datos este "mal momento" por el que pasa la relación entre ciudadanos y política. Según este análisis, el 59,9% de los catalanes no se muestran interesados en política. El 40,4% considera que la política se centra en temas que no son importantes y el 36,2% dice que le da igual ir a votar o no.
Un recorrido a las once de la mañana del 28 de mayo por el Eixample --barrio con una participación entre cuatro y ocho puntos por encima de la media de Barcelona (49,6%)-- demostraba que los resultados electorales estaban en boca de nadie, es decir, de los ciudadanos. En los periódicos, los políticos se mostraban preocupados por la baja participación, respondían con evasivas, entonaban mea culpas o se cruzaban acusaciones.

Los expertos están de acuerdo en que echarse las culpas solo fomenta el abstencionismo. Bruguer advierte de que es "lo peor que puede pasar". "La abstención es un síntoma que tiene que ver con la desconfianza de la gente en el sistema político. Un sector de la ciudadanía percibe este sistema como hermético y corrupto. Se ha instalado la percepción de que el sistema era capaz de resolver los problemas de los abuelos, pero no los de ahora".

La Direcció General de Participació Ciutadana publicó en enero un diagnóstico sobre las causas de la abstención en Catalunya y ahora ha encargado un macroestudio a expertos de diferentes universidades. En el primer análisis se demostraba que las motivaciones que confiesan los abstencionistas para no ir a la urnas nada tienen que ver con lo que piensa la mayoría de la gente sobre el fenómeno. El 71,4% de los encuestados opinaban que los electores no votan porque están descontentos con la política y con los políticos, pero solo el 32,9% de los encuestados decía haberse abstenido por esta razón.

DESENGAÑO
La Asociación Catalana de Sociología dedicará en el 2008 su anuario a desentrañar qué hay tras la abstención. Teresa Montagut, coordinadora del anuario de este año, titulado Societat Catalana, afirma que por por ahora solo se puede apuntar a "un desengaño ante los partidos que, como organizaciones, olvidan qué interesa a la mayoría". ¿Qué hay debajo de la sábana del fantasma? "La abstención impide que las instituciones se den cuenta de lo que realmente interesa", afirma Francesc Pallarès. El fantasma abstencionista es desconocido y, además, mudo.

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